ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE
- 1. ELABORA UNA DEFINICIÓN DEL CONGRESO
DE VIENA
- 2. ANALIZA LAS RESOLUCIONES DEL CONGRESO
- 3. EXPLICA A QUE SE LE DENOMINA LA ÉPOCA
DE LA RESTAURACIÓN.
- 4. ¿QUÉ FUE LA SANTA ALIANZA Y CUÁL
FUE SU IMPORTANCIA EN EUROPA?
- 5. EXPLICA POR QUÉ SE ORGANIZÓ EL
CONGRESO DE AIX-LA CHAPELLE Y CUÁL FUE SUS RESOLUCIONES Y ACCIONES
- 6. EXPLICA QUÉ FUERON LOS CONGRESOS DE
TROPPEAU Y DE LAYBACH Y ANALIZA SUS RESOLUCIONES Y ACCIONES.
- 7. EPLICA LAS CAUSAS QUE MOTIVARON LA CONVOCATORIA DEL
CONGRESO VERONA Y CUÁLES FUERON SUS
RESOLUCIONES Y ACCIONES.
EXPLICA POR QUÉ SE
DISOLVIÓ LA SANTA ALIANZA Y QUÉ
EFECTO TUVO PARA EUROPA.
- 8. EXPLICA LA RELACIÓN DE LA
SANTA ALIANZA Y LA INDEPENDENCIA DE
AMÉRICA LATINA.
- 9. PRESENTA UN BREVE ENSAYO DE REFLEXIÓN
SOBRE EL TEMA : “LAS RELACIONES
INTERNACIONALES EN EL CONTEXTO DEL CONGRESO DE VIENA Y EL SISTEMA DE
CONFERENCIAS Y CONGRESOS”.
- 10.
ILUMINA UN MAPA DE LA NUEVA CONFIGURACIÓN DE EUROPA ADESPUÉS DE LOS
TRATADO DEL CONGRESO DE VIENA.
INDICE
- 11.
EL
CONGRESO DE VIENA ………………………………1
- 12.
LAS RESOLUCIONES
DEL CONGRESO………………..2
- 13.
LA EPOCA DE LA
RESTAURACIÓN 1815-1830……….7
- 14.
LA SANTA ALIANZA. RUSIA, AUSTRIA, PRUSIA……9
- 15.
EL
CONGRESO DE AIX-LA CHAPELLE (1818)……….12
- 16.
LOS
CONGRESOS DE TROPPEAU Y DE LAYBACH…13
- 17.
EL
CONGRESO DE VERONA……………………………15
- 18.
LA DISOLUCIÓN DE LA
SANTA ALIANZA. 1830…….19
- 19.
LA SANTA ALIANZA Y LA INDEPENDENCIA DE
AMÉRICA
LATINA……………………………………….20
BIBLIOGRAFÍA
EL CONGRESO DE VIENA
El
funcionamiento del Congreso de Viena. — Desde septiembre de 1814 —es decir,
desde antes de los Cien Días—, se reunieron durante unos ocho meses, en la
capital del Imperio austríaco, los representantes de las potencias afectadas
por Napoleón.
Reyes y
agentes diplomáticos de más de 90 Estados quisieron olvidar las guerras y
penurias que, durante un cuarto de siglo, habían asolado a la Europa entera. La corte
imperial preparó un extraordinario programa de diversiones: grandes banquetes,
suntuosas recepciones, selectas representaciones teatrales y fastuosos bailes
ocuparon buena parte del tiempo de los negociadores de Viena.
El zar
de Rusia, Alejandro I, antiguo aliado y reciente opositor de Napoleón, el
emperador de Austria, Francisco I, amigo de Napoléon; y el rey de Prusia,
Federico de Guillermo III, figuraban entre los principales monarcas del
Congreso. El canciller austríaco Metternich, los ministros ingleses Castlereagh
y Wellington, y el francés Talleyrand, completaron las grandes figuras de la
histórica reunión.
Los
llamados Cuatro Grandes, Rusia, Inglaterra, Austria y Prusia— acordaron
resolver directamente, y entre ellos, los problemas europeos, sin intervención
de las demás potencias, que deberían aceptar sus decisiones.
El
representante francés Talleyrand anuló ese propósito, pues mediante una hábil
política predicó el desinterés más absoluto, y dijo que las aspiraciones de
cada país debían ajustarse al derecho internacional. Defendió el principio de
la legitimidad debía devolverse a cada Estado lo que hubiera poseído al
iniciarse la Revolución,
tanto en lo concerniente a sus territorios como a sus pobladores y gobernantes.
Talleyrand
fue, además, el defensor y sostenedor de las paz. Aquellas potencias, que veían
con temor los acuerdos y repartos proyectados por elzar y sus
aliados. Esto le atrajo gran popularidad. Tales manejos, que volvían a hacer de
Francia una importante potencia, y convertían a Talleyrand en árbitro de la
constitución de la nueva Europa, se frustraron en parte, con el regreso de
Napoleón, que consolidó la unidad de los Cuatro Grandes.
Las
potencias vencedoras, constituyeron varias comisiones para estudiar los
problemas europeos. Esas comisiones discutieron y redactaron tratados
particulares entre los diversos Estados que, reunidos en el Acta Final del
Congreso, publicaron las ocho grandes potencias, nueve días antes de Waterloo.
Allí, en 121 artículos, se consignó el nuevo ordenamiento europeo. Los Estados
secundarios se limitaron a adherirse al Acta Final y a contentarse con sus
disposiciones.
Las
resoluciones del Congreso.
El Acta
Final encerró resoluciones de orden territorial, político y jurídico internacional.
a) Las
resoluciones de orden jurídico internacional. El Congreso de Viena se ocupó de
algunos asuntos que, desde tiempo atrás eran causa de conflictos: la navegación
de los ríos, la trata de negros y la precedencia entre los diplomáticos.
Era
costumbre en aquel entonces considerar a los ríos navegables como propiedad de
los países ribereños, quienes permitían o no su navegación y el comercio en
ellos. Inglaterra, país navegante y comerciante, logró que el Congreso declarara
que “es enteramente libre la navegación de los ríos, y no podrá obstaculizarse
el comercio en ellos”.
El
Congreso declaró, también a propuesta de Inglaterra, que “recomendaba la más
rápida abolición de la trata de negros en todo el universo”, pero dejaba
librado al criterio de cada país “el modo y la época de esa abolición”. Muchos
años transcurrieron aún antes de la eliminación de tal comercio.
El
Congreso de Viera dividió a los diplomáticos en tres categorías, y estableció
que entre ellas tendrían prelación las más importantes, y dentro de una misma
categoría, la prelación se establecerla por la fecha en que el diplomático
había entrado en posesión de su cargo, dándose la precedencia al más antiguo.
Estas
decisiones contribuyeron al mejor entendimiento entre los Estados europeos, en
el siglo XIX, y fomentaron el espíritu de comunidad internacional.
b) Las
resoluciones de orden territorial y político. —— El Congreso de Viena trazó
un nuevo mapa de Europa, del que se beneficiaron las potencias vencedoras,
Inglaterra, Rusia, Prusia y Austria, las que se adjudicaron los mejores
despojos del extinguido imperio napoleónico.
Inglaterra
consolidó su política tradicional de hegemonía marítima mundial, adquiriendo
colonias, bases navales y posiciones estratégicas en los pasos que abren y
cierran los mares y los océanos.
El
Congreso de Viena le reconoció la posesión de la isla de Heligoland, en el mar
del norte de las islas de Malta, Jónicas y de Corfó, que pertenecieron a
Francia, en el Mediterráneo; del Cabo de Buena Esperanza, antiguo dominio
holandés, y de las islas Mauricio y Seychelles, antes francesas, en el África:
de las antiguas colonias francesas de la India, y de la isla de Ceylán, que perdió Holanda
en Asia; de Tasmania, en Oceanía; de las islas antillanas de Trinidad, hasta
poco antes españolas; de Santa Lucía y Tabago, francesas.
Inglaterra
dominó así en los mares, y —como lo expresó uno de los negociadores de Viena—
“no se podía disparar un cañonazo en ningún mar sin permiso del gobierno inglés”.
Ello favoreció singularmente su prodigioso desenvolvimiento industrial y
comercial en los siglos XIX y XX.
Rusia
siguió también su política tradicional, iniciada por Pedro el Grande, de
adquirir nuevas comunicaciones hacía Europa, de abrir “nuevas puertas al
oeste”.
El
Congreso de Viena le dió Finlandia,
sobre el mar Báltico; el Gran, Ducado de Varsovia, sobre la Europa Central, con
el que que el zar reconstituyó en su provecho el reino de Polonia, y la Besarabia, sobre el mar
Negro.
Para
contentar a Suecia, privada de Finlandia,
se le incorporó Noruega, que se
quitó a Dinamarca, castigada por haber mantenido su alianza con Napoleón.
Prusia
adquirió las tierras de ambas márgenes del Rin, y aumentó sus posesiones con
parte de Sajonia y con la
Pomerania, quitada a Suecia. Quedó constituida por dos
bloques territoriales separados: uno sobre el Rin, en el oeste, y otro sobre el
Brandeburgo, en el este.
Austria
renunció definitivamente a Bélgica, pero adquirió Lombardia y Venecia,
importantes dominios en Italia. Siguió interviniendo en Alemania, donde
desempeñó la presidencia de la Confederación Germánica,
que substituyó a la
Confederación
del Rin, creada por Napoleón.
Alemania quedó dividida a 39 Estados, que integraron la Confederación Germánica,
asociación de los soberanos de los mencionados Estados, cada uno de los cuales
conservaba su independencia. Entre ellos se distinguió, por su importancia, el
reino de Prusia. Italia tampoco consiguió la unificación que Napoleón
prometiera a sus habitantes. El Congreso de Viena la dividió en ocho Estados.
Francia, quedo reducida a los límites de 1789. El Congreso de Viena creó, en
su derredor una muralla de Estados, para impedirle cualquier nueva aventura
bélica: en el norte, el reino de los Países Bajos, con Bélgica y Holanda; en el
este reconoció la
Confederación Helvética, cuya neutralidad garantizó, y dió
Saboya a Cerdeña, bloqueando así los pasos alpinos, recorridos otrora
triunfalmente por tas fuerzas napoleónicas.
Esta
ordenación territorial del occidente de Europa se mantuvo, sin mayores
modificaciones, hasta mediados del siglo xix. En cambio, en el oriente europeo,
sector al que Napoleón y el Congreso de Viena no tocaron, ocurrieron durante
este lapso importantes transformaciones. Se aceleró la descomposición del
Imperio Turco, planteándose complicados problemas, que se engloban dentro del
nombre de cuestión de Oriente.
Por la
obra del Congreso de Viena, el continente disfrutó de paz internacional durante
unos 40 años, gracias al viejo sistema del equilibrio que buscaba que ningún
estado prevaleciese sobre los demás.
En
cambio, la estabilidad interna no fue firme. Para asegurarla el Congreso
restauró los sistemas gubernativos y las familias reinantes en 1789. Con estas
medidas las potencias vencedoras creían haber aniquilado la Revolución que, sin
embargo, sobrevivía, pues sus principios habían pasado a ser patrimonio común
de toda Europa.
LA ÉPOCA DE LA RESTAURACIÓN
(1815-1830)
Generalidades.
— El Congreso de Viena cerró un cuarto de siglo de guerras y de
transformaciones iniciadas por la
Revolución francesa (1789). En esos veinticinco años el
nuevo régimen desplazó al antiguo, primero en Francia y luego en casi toda
Europa.
Pero
el Congreso de Viena inició también un nuevo periodo histórico, de un tercio de
siglo de duración (1815-1848), caracterizado por el mantenimiento de la paz
entre las grandes potencias del occidente europeo y por el intento de
restablecer el antiguo régimen. En este intento se distinguieron tres episodios
fundamentales y sucesivos:
1) La
restauración (1815-1830);
2) Las revoluciones de 1830;
3) Las revoluciones de 1848.
En todos ellos se enfrentaron partidos
opuestos que por ese entonces aparecieron en Europa: los absolutistas y los
liberales.
Los
partidos absolutistas propiciaron la monarquía absoluta, porque no concebían la
limitación del poder del rey. Agregaban que la religión debía ser única y
obligatoria, porque la Iglesia
era el más sólido basamento de la monarquía. Pedían también la censura previa
para las publicaciones.
Frente
a los absolutistas, se alzaron los liberales: para ellos, la soberanía residía
en la nación, y el rey debía gobernar con elconsentimiento del
pueblo y en virtud de una Constitución escrita, que garantizara sus derechos.
Algunos, incluso, eran partidarios del régimen republicano. Creían que para
evitar los abusos del poder debía existir la libertad de pensamiento, de
imprenta y de reunión. Propiciaban, además, la libertad de creencias, y
sostenía que el Estado no debía profesar culto alguno, considerando a todos
iguales. Afirmaban, también, que cada nación tenis derecho a su independencia
y a constituir un Estado. Estos dos rasgos comunes —constitucionalismo y
nacionalismo—, fueron los dominantes en el movimiento liberal.
Los
liberales se organizaron en sociedades secretas, como la de la francmasonería
y la de los carbonarios, que conspiraron y promovieron insurrecciones en
distintas regiones de Europa.
La
francmasonería había adquirido influencia en el siglo XVIII, agrupando en su
seno, según parece, a las principales figuras de la Ilustración. Después participó en la Revolución francesa,
cuyos dirigentes habrían integrado centros o logias masónicas. Napoleón y sus
principales colaboradores también habrían pertenecido a la masonería. Durante
la restauración los masones combatieron a los absolutistas haciendo propaganda
en favor de los principios liberales y nacionales, pero sin recurrir a la
violencia.
Se
supone que la Carbonería
apareció en el reino de Nápoles, a principios del siglo xix para combatir a
Napoleón. Después del Congreso de Viena, agrupó a los liberales, enemigos de
la dominación austríaca y partidarios de la unidad del país y del régimen
constitucional. Los carbonarios eran admitidos en su secta en una ceremonia
nocturna, en que juraban obedecer incondicionalmente las órdenes de sus jefes,
cuyos nombres, en muchos de los casos, no llegaban a conocer. Estaban divididos
en secciones, llamadas ventas, y se extendían por toda Europa.
En la
oposición entre absolutistas y liberales se observó el ritmo siguiente: los
absolutistas dominaron en los 15 años de la época de la restauración
(1815-1830), en que hallaron su expresión en una sociedad de monarcas nombrada la Santa Alianza.
Después, los liberales resurgieron lentamente en los 18 años siguientes a las
revoluciones que promovieron en 1830 (1830-1848); pero sólo en la segunda mitad
del siglo XIX se consolidaron los principios revolucionarios que ellos
preconizaban.
LA SANTA ALIANZA
(RUSIA,
AUSTRIA, PRUSIA)
Poco
después de los tratados de Viena (junio de 1815), las grande potencias aliadas,
vencedoras de Napoleón, formalizaron la Santa Alianza para
mantener y hacer cumplir esos tratados, evitando toda agitación revolucionara.
La Santa Alianza fue obra del zar Alejandro I, hombre
de espíritu místico, que atribuía sus triunfos sobre Napoleón “a la
misericordiosa intervención de la Divina Providencia”.
Rusia,
Austria y Prusia firmaron el tratado de la Santa Alianza
(septiembre de 1815), que redactó el propio zar. Declararon solemnemente que
seguirían los “preceptos de justicia, de caridad y de paz de la Santa Religión
Cristiana”; que sus monarcas se considerarían entre sí como hermanos”, y a sus
súbditos, “como hijos”; que la comunidad cristiana, a la cual pertenecían no
tenía realmente otro soberano que “Aquél a quien sólo pertenece en derecho el
poder… Dios, nuestro Divino Salvador Jesucristo, el Verbo Encarnado, la palabra
de la Vida Eterna”.
Casi
todos los monarcas europeos, deseosos de complacer al poderoso gobernante ruso,
adhirieron al tratado de la
Santa Alianza, al que sólo faltaron las firmas del papa, del
regente de Inglaterra y del sultán. El papa no admitió la igualdad en que aparecían
las distintas iglesias cristianas, y halló por ello inaceptable el documento,
prestigiado por la católica Austria, la luterana Prusia y la ortodoxa Rusia.
El regente de Inglaterra manifestó carecer de facultades para tomar tan
trascendental compromiso, aunque expresó su conformidad personal con los
principios de la Alianza.
El sultán de Turquía, que profesaba la religión musulmana, no
podía participar de esa afirmación cristiana.
Así se
estableció la Santa
Alianza, asociación de monarcas, con base religiosa y
propósitos vagos. El ministro inglés Castlereagh la calificó de “mezcla de
sublime misticismo y de sublime necedad”, pero deseoso de consolidar la alianza
política que firmaran Prusia, Austria, Rusia e Inglaterra al invadir a Francia
en 1814 para derrocar a Napoleón, promovió la formación de la llamada Cuádruple
Alianza, que se firmó dos meses después de la Santa Alianza
(noviembre de 1815). Las cuatros potencias se comprometieron a reunirse
periódicamente para mantener la paz, el orden y la prosperidad de los pueblos,
salvaguardando y haciendo cumplir los tratados de Viena. Así nació el llamado
Concierto Europeo, o Concierto de los cuatro aliados.
La Santa Alianza tuvo un propósito político bajo una
apariencia religiosa; la
Cuádruple Alianza, un fin abiertamente político. Aquélla fue
nominal, pues como dijo el ministro austríaco Metternich. era “una nada
sonora”. Ésta, en cambio, actuó decisivamente en la Restauración. Ambas
organizaciones aparecieron confundidas y es de uso corriente la expresión
Santa Alianza para referirse, indistintamente, a una o a otra.
La
acción de la Santa Alianza.
Metternich. — Durante los años de 1815-1818,- los representantes de las cuatro
potencias aliadas constituyeron una especie de Consejo internacional, que se
reunió diariamente en la embajada británica de París, para considerar los
problemas europeos y aconsejar a sus respectivos gobiernos.
En esa
misma época adquirió singular prestigio el ministro austriaco príncipe
Clemente de Metternich, el más enérgico promotor de las medidas reaccionarias
y antiliberales, quien se calificara a si mismo como “el hombre de lo que
había sido”, es decir el representante del pasado prerrevolucionario. Afirmaba
que Europa necesitaba reposo, tranquilidad, estabilidad; que no se debía
reformar ni innovar nada.
Metternich
se ganó la confianza del rey de Prusia, del zar de Rusia, y aun del ministro
inglés Castlereagh, con quien estableció íntima amistad. Se aprovechó de ello
para perseguir en Europa los principios revolucionarios. Esta política
reaccionaria fu resistida en Alemania y en Italia, donde la decepción había
sido grande cuando el Congreso de Viena no las unificó ni estableció gobiernos
constitucionales.
En
Alemania se desencadenó una agitación universitaria, que culminó al efectuarse
la celebración del tercer centenario de la Reforma (1817). Metternich presentó estos hecho
como el como el comienzo de una revolución capaz de alterar la tranquilidad
europea, y consiguió la reunión de un congreso general en Aix-la-Chapelle .
El
Congreso de Aix-la-Chapelle
(Octubre
de 1818).
Como
tres años antes en Viena, asistieron a la reunión los monarcas de Rusia,
Austria y Prusia. Inglaterra, como entonces, estuvo representada por
Castlereagh. Metternich dominó la situación e impuso su voluntad.
El
Congreso inició su actuación recibiendo al duque de Richelieu, enviado de Luis
XVIII, quien solicitó, en nombre de su soberano, elretiro del
ejército de ocupación y elingreso de su país en el concierto
europeo. Como Francia estaba en orden, elCongreso, a propuesta de
Metternich, accedió a ambas peticiones. Así, la Cuádruple Alianza se convirtió en la Pentarquía (del griego
penta, cinco,y argía, gobierno). A continuación, el Congreso
consintió en forma unánime, y a propuesta de Metternich, que Austria y Prusia
interviniesen en Alemania para reprimir las agitaciones universitarias.
Tal fue
la primera manifestación de lo que el ministro austríaco llamó mi sistema, y
al que la historia conoce con el nombre de sistema “de la intervención’.
Después
de este congreso, Metternich organizó las conferencias de Carisbad y de Viena,
en que los príncipes alemanes convinieron en disolver las asociaciones
estudiantiles; separar a ciertos profesores; clausurar algunas universidades y
arrestar a los dirigentes perturbadores del “reposo de Alemania”.
Fue
también en oportunidad del Congreso de Aix-la-Chapelle que el zar de Rusia, al
conocer por Castlereagh las noticias de la victoria de los patriotas,
comandados por San Martín, en la batalla de Maipú, juzgó definitivamente
perdida la causa de Fernando VII en América. Por ello, dejó sin efecto su proyectada
alianza con el monarca español, en la que, a cambio de su participación
militar, para ayudarle a recobrar sus colonias de América, había de asegurarse
el derecho de seguir avanzando desde Alaska hacia elsur, en las
riberas americanas del Pacífico.
Los
congresos de Troppau
(Octubre
de 1820) y de Laybach (enero de 1821). Mientras Metternich reprimía las
agitaciones universitarias alemanas, estallaron revoluciones liberales en España,
Portugal y Nápoles (1820). En este último Estado, el rey Fernando debió ceder
frente a un alzamiento liberal del ejército, propiciado por los carbonarios, y
proclamar la vigencia de la
Constitución española de 1812, terminando así al absolutismo.
Metternich,
invocando los intereses austríacos en Italia, promovió la reunión de un
segundo congreso general en Troppau, para considerar esos acontecimientos. En
él concretó su sistema de intervención, al que se adhirieron el zar de Rusia,
el rey de Prusia y elemperador de Austria, resolviéndose que
cuando en un Estado se produjera una revolución, las potencias aliadas restablecerían
inmediatamente al gobierno depuesto, si era necesario por la fuerza.
Castlereagh, pese a su amistad con Metternich, protestó contra esta
resolución, que calificó de “destructora de las nociones correctas de la
soberanía interna de los Estados”. La imprevista y terminante oposición de
Inglaterra, y la necesidad de escuchar al propio rey de Nápoles, cuyo Estado se
proyectaba intervenir, determinaron la disolución del congreso de Troppau y la
convocatoria, para dos meses después, de otro congreso en la ciudad de Laybach,
en Carniola.
En el
congreso de Laybach, el rey de Nápoles expresó que al concederles el régimen
constitucional, había cedido ante la violencia de los insurrectos. Las
potencias absolutistas decidieron restaurarlo en su poder absoluto, encargando
de la intervención al ejército austríaco. Inglaterra reiteró su oposición a la
doctrina intervencionista.
Las
tropas austriacas, en cumplimiento de su misión, invadieron el reino de Nápoles,
donde vencieron rápidamente a los liberales y reinstalaron a Fernando como
monarca absoluto (1821). Otro ejército imperial intervino en el reino de
Piamonte, donde también había estallado una revolución liberal (1820), que proclamó
la vigencia de La
Constitución española de 1812 y adoptó la bandera tricolor,
verde, blanca y roja, y tituló al monarca rey de Italia. Losinsurrectos
resultaron vencidos. Algunos fueran muertos y otros pasaron largos años en las
prisiones austríacas.
El
Congreso de Verona
(octubre
de 1822).
Quedaba en pie el problema de España donde la
revolución liberal de 1820 había restablecido el régimen constitucional.
Fernando
VII solicitó de los aliados que le devolviesen el poder absoluto y le ayudaran
a recuperar sus colonias de América, ya virtualmente independientes.
El
Congreso accedió al primer pedido y encargó a Francia de restaurar el
absolutismo en España. Cien mil soldados de Luis XVIII vencieron a los
liberales de la
Península. Inglaterra se opuso a esta intervención, que
sería la última. Castlereagh, el íntimo amigo de Metternich, había muerto pocos
días antes de la reunión de Verona. Su sucesor, Canning, definió la política
de no intervención expresando que cada país tiene el derecho de elegir su
propia forma de gobierno. Como pese a ellos los demás aliados acordaron la
citada intervención, Inglaterra se retiro de la Santa Alianza.
En
cuanto al segundo pedido, formulado por Fernando VII, de devolución de sus
colonias americanas, no fue considerado por el Congreso, pues Inglaterra,
dominadora de los mares, se opuso radicalmente a toda intervención en el Nuevo
Mundo, que habría creado, por consiguiente, una peligrosa situación
internacional.
El
Congreso de Verona negó también la ayuda pedida por la insurrección nacionalista
de los griegos, que luchaban contra los turcos otomanos. El zar Alejandro, como
jefe de la iglesia ortodoxa, parecía inclinado a socorrer a sus
correligionarios, pero Metternich lo convenció que se trataba de un conflicto
que se desenvolvía “más allá de los límites de la civilización”, y que a tal
distancia, nada importaba que “fueren ahorcados, empalados o desollados 300 ó
40 000 individuos”. La opinión europea se agitó cada vez más, sin embargo, en
favor de los griegos, y el sucesor de Alejandro, el zar Nicolás 1 (1825-1855),
los ayudó, apartándose, con tal motivo, de la Santa Alianza.
La cuestión de Oriente y la rebelión
nacional de los griegos.
A
principios del siglo xix el imperio turco poseía extensos territorios:
a) en Europa la península de los Balcanes,
b)
en Asia, el Asia Menor, Siria,
Mesopotamia y Arabía.
c) en
África, Egipto y Tripolitania.
Pero el imperio sólo era una apariencia,
porque carecía de organización administrativa y estaba formado por pueblos de
distintas costumbres, creencias, idioma e intereses, existiendo entre ellos
naciones cristianas ortodoxas, como los, rumanos, los servios, los búlgaros y
los griegos. Esos pueblos trataron de librarse de la dominación turca, y
promovieron sucesivas sublevaciones que constituyen la llamada cuestión de
Oriente.
El primer
episodio de la cuestión de Oriente fue la
insurrección nacional de los servios, que durante diez años (1804-1814)
lucharon contra los turcos, que los
derrotaron e iniciaron una severa represión, lo que estimuló nuevamente la insurrección servía que
finalmente, trinfó en 1820. Los servios siguieron siendo parte del imperio
otomano pero con autonomía. Tuvieron su
propio gobernante hereditario, reclutaron sus propios ejércitos y recaudaron
sus propios impuestos.
El
segundo episodio de la cuestión de Oriente fue la insurrección nacional de los
griegos en 1821-1829. Los habitantes de
Grecia y de las islas del Egeo, los helenos, habían logrado gracias a su
riqueza y su instrucción una posición destacada dentro del imperio turco.
Poseían una importante flota, de cerca de mil barcos, con los que traficaban,
por el mar Mediterráneo y el mar Negro.
Un
núcleo de ricos mercaderes, que residían en el puerto ruso de Odesa, formaron la Hetairía (reunión de
amigos), sociedad secreta, que promovería la insurrección contra los turcos,
para independizarse. Su jefe, Alejandro Ipsilanti, llegó a ser ayudante de
campo del zar Alejandro I.
La rebelión
estalló en el año de 1821. Los turcos,
exasperados, iniciaron una terrible represión en Constantinopla, donde
ahorcaron al Patriarca y a los principales jefes de la iglesia griega. Un
ejército musulmán exterminó en la isla de Chíos, a 20 000 de sus habitantes.
Los restantes 50,000 fueron vendidos como esclavos. Las matanzas de Chíos
repercutieron dolorosamente en Europa, e influyeron para la formación de
sociedades de ayuda a los griegos que reunieron municiones, armas y dinero, y
legiones de entusiastas, que ofrecieron sus propias vidas por la causa griega.
Entre ellos se contó el poeta romántico
inglés Lord Byron.
El zar Nicolás también ayudó a los helenos. Inglaterra y
Francia apoyaron la nueva política del zar ruso, y las tres naciones firmaron
el tratado de Londres en 1827. Acordaron ofrecer su mediación, para acabar con
“tanta efusión de sangre”. Como el gobierno turco la rechazó, los aliados
recurrieron a la fuerza: una flota coaligada ancló en Navarino, donde se
hallaba la escuadra turca. Un incidente inesperado provocó el combate en que
los otomanos perdieron sus buques. Esta imprevista batalla fue celebrada
jubilosamente por los griegos y sus amigos. El sultan exigió una reparación y
entonces el zar Nicolás le declaró la guerra. Las fuerzas rusas marcharon sobre
Constantinopla, y Turquía debió firmar la paz de Andrinópolis en 1829, por la
cual Grecia se constituyó en reino independiente.
La
disolución de la Santa
Alianza.
El
alejamiento de lnglaterra y de Rusia significó la disolución de la Santa Alianza y la
ruina del sistema intervencionista.
Así, al
llegar el año 1830, el concierto europeo había dejado de existir. Metternich
trató de rehacerlo, y logró el reingreso de Rusia que, arreglado el problema
griego, no tenía motivo para permanecer alejado de Austria y de Prusia.
Europa
apareció entonces dividida en dos bloques opuestos: uno formado por los tres
países autocráticos, Austria, Prusia y Rusia, y otro por los monarcas liberales
de Inglaterra, de Francia y de Bélgica. Inglaterra había retomado su
tradicional cauce liberal luego de la desaparición de Castlereagh. Francia
acababa de transformarse en un estado liberal por efecto de la revolución de
1830, que derribó a la dinastía restauradora de los Borbones. Bélgica nació
como reino independiente también por efecto de una revolución liberal y
nacionalista, que estalló en el mismo año 1830.
LA
SANTA ALIANZA Y LA
INDEPENDENCIA DE AMÉRICA
LATINA.
Cuando
el Congreso de Verona resolvió la intervención francesa en España, Canning
advirtió a las potencias europeas que se opondría a la intervención en las
colonias españolas de América (marzo de 1823).
A continuación trató de formular una declaración conjunta con los
Estados Unidos, contra cualquier tentativa de la Santa Alianza para
intervenir en las colonias. Los Estados
Unidos, siguiendo la política iniciada por Wáshington, de no intervención en
las cuestiones europeas, se limitaron a formular por separado, una declaración
que se insertó en el mensaje anual que dirigió el presidente Monroe al
Congreso, el 2 de diciembre de 1823. Allí se expresó la llamada doctrina de Monroe,
que no pretendió ser un principio general, ni una teoría internacional, sino
más bien enfrentar dos peligros inmediatos: la intervención por la Santa Alianza, y la
penetración rusa desde Alaska, a lo largo de la costa del Pacífico
norteamericano.
El mensaje
estableció dos postulados fundamentales: los estados independientes de América
no podrán ser colonizados por las potencias europeas. Ésta era la respuesta de
los Estados Unidos a los planes rusos, de extenderse desde Alaska, en dirección
al sur; en segundo lugar, los Estados Unidos considerarían poco amistosa y
peligrosa, para su paz y su seguridad, toda intervención europea en los asuntos
internos de los países independientes de América, ya sea para cambiar su
sistema de gobierno, ya para gobernarlos o ya para modificar en cualquier forma
sus destinos. Ésta era la respuesta a los planes de la Santa Alianza.
El
mensaje que Monroe formuló, estableció los principios de la no intervención y
de la no colonización de Europa en América. Aunque en ningún momento, expresó
la fórmula que le es atribuida de “América para los americanos”, la forma y la
práctica de la política americana respecto a América Latina en el siglo XIX,
fue interpretada de esa manera.
España
protestó enérgicamente por el mensaje de Monroe, y pidió la reunión de una
conferencia en Paris, “para arbitrar los mejores medios de restablecer al rey
Fernando en su legítima autoridad, a fin de que derrame los beneficios de su
paternal gobierno sobre las vastas provincias de América, que antes reconocían
el dominio de España”. La falta de atención para este pedido, que no encontró
respuesta, facilitó la total
emancipación de América.